El ritmo, en la filosofía y metodología educativa Waldorf, es fundamental para el desarrollo integral de los niños.
Desde la concepción, y más allá de estar o no conscientes de ello, todos los seres vivos nos desarrollamos bajo la influencia de diferentes ritmos: individuales, grupales, sociales y estacionales, los que determinan en gran medida nuestro comportamiento. En este punto es importante destacar que los seres humanos no nacemos “terminados o maduros”, por decirlo de alguna manera, sino que progresivamente nos vamos “construyendo” y formando durante toda nuestra vida, de tal manera que cuando partimos, no somos de ninguna manera los que llegamos a ella. Y para ello, basta decir que cuando nacemos tenemos un mayor número de huesos, los que progresivamente se van uniendo e integrando de forma tal, que al llegar a la etapa adulta, esa cantidad es menor. Las diferencias existentes entre las diversas edades es algo de lo que no siempre estamos conscientes, y de ahí surge una pregunta: ¿Qué tan preparados estamos los adultos y en particular los maestros, terapeutas y médicos para comprender esta permanente transformación y actuar de acuerdo con ella, proveyendo comprensión, apoyo y una guía amorosa, inteligente y flexible?; siendo además influidos por las “visiones” de cada época. Ahora bien, si los educadores aprendemos a entender y respetar los ritmos de desarrollo de los niños, sembraríamos la semilla para generar un cambio evolutivo en el proceso educativo. No cabe duda que los seres humanos somos seres sociales, y necesitamos de otros para sobrevivir. Sin embargo, el que seamos entes colectivos, no quiere decir que seamos homogéneos, ni menos aún “globalizados”, como si todos pudiéramos “entrar” cómodamente en cualquier estándar. En ese sentido, las personas, sobre todo las que viven en grandes centros urbanos, se han desconectado progresivamente de lo natural, rompiendo una conexión necesaria con el origen de la vida y los diferentes ámbitos de los que proceden, entre los que podemos mencionar, como ejemplo, sus alimentos. Rudolf Steiner, creador de la filosofía educativa Waldorf, conceptualiza los ciclos de desarrollo de los seres humanos en “septenios”, los que se inician de los “0” a los “7” años, de los “7” a los “14” y así progresivamente hasta la conclusión de nuestras vidas. Steiner menciona que alrededor de la mitad de cada septenio los seres humanos vivimos una etapa de crisis o catarsis, la que se resuelve generalmente con un avance evolutivo y de madurez. El concepto de los “septenios” es sumamente importante, ya que determina nuestro grado de avance, sin que con ello pretenda, considerar que todos los seres humanos maduramos al mismo tiempo, ya que el concepto de “septenio” no es rígido, sino flexible. Entender los ciclos de vida y las etapas de madurez es fundamental en los procesos educativo, social y familiar, ya que los seres humanos avanzamos a diferentes ritmos, lo que debería idealmente ser respetado por los adultos, y en el caso particular de los educadores, evitando “forzar” a sus pupilos a tratar de alcanzar metas para las que no están realmente preparados, provocándoles enojo, tristeza y frustración. Me gustaría terminar este texto citando la siguiente frase de Rudolf Steiner: “Nadie puede dar a luz a un Yo superior sano, si no vive y piensa sanamente en el mundo físico. La base de todo verdadero desarrollo espiritual es una vida en armonía con las leyes de la naturaleza y la razón”. Por Manuel García Rodríguez, con base en entrevistas realizadas a Fernanda Pimentel
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Julio 2018
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